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lunes, 11 de mayo de 2009

Impulso asesino


Recuerdo, como si hubiese sido ayer, la trágica situación que marcó mi destino. Todos pensarán que soy una mala persona por haber hecho lo que hice, y hasta yo me arrepiento, pero no tuve malas intenciones, fue solo un impulso, no fue premeditado, solo pasó. Pero voy a proceder a contarles la historia, en vez de andar tratando de justificarme.
Uno no puede caerle bien a todo el mundo, y no todo el mundo le cae bien a uno. Hay diferentes tipos de personas, de formas de ser, de actuar, y cuando hay personas que son dos polos opuestos, difícilmente se puedan relacionar sin tener peleas, al menos eso creo yo. Y eso me pasaba con un compañero de la facultad, amigo de mis amigas, llamado Tomás. Para ellas era una buena persona, buen amigo, simpático, divertido. Sin embargo, para mi era todo lo contrario, era una persona algo antipática, egocéntrica, y agresiva. Él no me caía bien y yo no le caía bien a él, pero, a pesar de eso, a pesar de las agresiones provenientes de su boca, yo nunca le contesté, nunca continué la pelea. Puede parecer fácil no contestarle a alguien, pero cuando se acumula tanto odio, tanta rabia, tanta furia, se llega a un punto en el cual es muy difícil aguantarse todo lo que uno tiene adentro. A pesar de eso yo seguía aguantando, y pasaban los minutos, las horas, los días y los meses, y la bronca se iba acumulando dentro de mí. Cada insulto, cada agresión y cada ironía me hacían enfurecer más y más, pero yo seguía sin reaccionar. Y no decía nada, me hacía la desentendida, la que no había escuchado, quería hacerle creer que sus agresiones no me afectaban. Si eso hubiera sido cierto, hoy no les estaría contando esta historia, estaría en la facultad, estudiando, en mi casa, con mi familia tal vez, pero, para mi desgracia, sus insultos me afectaban, y mucho. Cada una de sus agresiones eran como una puñalada al corazón, y, como si fuera poco, mis amigas, las personas en las que yo tanto confiaba, las personas que yo tanto quería, no hacían nada para detener la lluvia de provocaciones que venían de ese hombre.
Y así fue como, después da varios meses, sucedió el terrible hecho. Parecía un día como cualquier otro. Mientras viajaba en el micro, me preparaba para tener que soportar la tortura que para mi suponía tener que soportar sus ataques verbales. En la puerta del aula se encontraban mis amigas, con las cuales me puse a charlar, como todos los días en los que ellas no estaban en compañía de Tomás. Estuvimos hablando alrededor de quince minutos hasta que él llegó, como siempre, con su espíritu egocéntrico, y yo, tal como hacía todos los días me retiré. Cuando estaba a diez pasos de distancia del lugar en el cual me encontraba hacía solo segundos escuché su primer insulto del día, que me desconcertó por completo. Esta vez no se refería a mi contextura física, ni a mi manera de vestirme, ni a mi pasión por el fútbol, algo raro en una mujer. Esta vez me había tocado donde más me dolía, se había metido con la persona más importante en mi vida, con la persona que más amaba, amo y amaré, por el resto de mi existencia. Se había referido a mi novio de una manera muy agresiva. Tan fuera de lugar fue lo que dijo, que no puedo siquiera escribirlo. Y en ese momento, cuando esas palabras salieron de su boca y llegaron a mis oídos, ahí fue cuando toda la ira que había dentro mío, toda esa furia que había estado acumulando por tanto tiempo surgió de lo más profundo de mi ser. Los hechos que siguieron sucedieron demasiado rápido. Sin pensarlo, tomé lo primero que tenía a mi alcance y se lo arrojé. No quería hacerle daño, solo quería asustarlo. Para mi desgracia, el objeto impactó sobre la cabeza de Tomás, dejándolo inconciente en el suelo. El golpe lo mató. Me cuesta creer que todo eso es verdad, que realmente pasó. No me creía capaz de asesinar a una persona, sea quién sea. Pero pasó, y juro que no tuve malas intenciones al arrojarle ese objeto, fue un impulso que no pude contener, y que lamento hasta el día de hoy.

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